A cinco meses de las últimas inundaciones que afectaron a cientos de vecinos, la ciudad sigue sin respuestas concretas. Las obras prometidas nunca llegaron y el silencio oficial se impone mientras muchas familias aún enfrentan las secuelas del agua.
Durante el temporal de marzo, más de 300 mm de lluvia cayeron en pocas horas y dejaron barrios enteros bajo el agua. El propio intendente reconoció que en algunas zonas había más de dos metros de agua. Sin embargo, en lugar de asumir responsabilidades, culpó a los vecinos por vivir “donde no se puede hacer obra”.
Zárate es una de las pocas ciudades de la región que no ha desarrollado planes serios de infraestructura hídrica. Mientras otras localidades avanzan en obras, aquí no se ve ni una máquina.
Los vecinos reclaman obras, no excusas. Soluciones reales, no conferencias de prensa. Porque en Zárate, cuando llueve, no cae agua: cae abandono.






