El último debate de candidatos marcó un antes y un después en la campaña porteña. Alejandro Kim, quien venía posicionándose como una figura alternativa, no logró sostener su discurso frente a los cuestionamientos y terminó evidenciando una preocupante falta de preparación y propuestas concretas. Desde entonces, su intención de voto ha caído abruptamente, según fuentes ligadas al monitoreo de encuestas post-debate.
Analistas coinciden en que Kim no estuvo a la altura del desafío. Se mostró nervioso, evitó confrontar ideas y repitió slogans vacíos sin profundidad. El contraste fue claro frente a candidatos que sí exhibieron solvencia, manejo de temas sensibles y propuestas viables para la Ciudad.
A esto se suma el creciente malestar en su propio espacio. Militantes y referentes barriales que lo habían acompañado en el primer tramo de campaña hoy expresan dudas y se sienten decepcionados. “Esperábamos una figura con ideas claras, no un improvisado”, expresó un exvoluntario de su equipo de comunicación.
El golpe más fuerte, sin embargo, se lo dio la ciudadanía. Las redes sociales estallaron con críticas al desempeño de Kim durante el debate, y la conversación pública lo empujó fuera del centro de la escena. Hoy, su candidatura se sostiene con alfileres y parece haber perdido la tracción que alguna vez insinuó.
