Solo dos días después de la estrepitosa derrota de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones legislativas bonaerenses, donde el peronismo aplastó al oficialismo por 13 puntos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) salió a respaldar al Gobierno de Javier Milei.
Julie Kozack, vocera del organismo, elogió la «colaboración estrecha» con las autoridades argentinas para «afianzar la estabilidad y mejorar las perspectivas de crecimiento», destacando el compromiso con la «sostenibilidad del marco cambiario y monetario», el «ancla fiscal» y la «agenda integral de desregulación».
Este respaldo llega en el peor momento para Milei, quien admitió la «clara derrota» en el búnker de La Plata, pero prometió «acelerar y profundizar» su modelo de ajuste.
Los bonaerenses, en el distrito clave que representa casi el 40 por ciento del padrón electoral nacional, repudiaron con su voto las políticas que el FMI aplaude: recortes sociales, despidos masivos (más de 70 mil en 2025) y una inflación creciente.
El INDEC confirma que la canasta básica de una familia supera el millón de pesos, mientras jubilados y pymes agonizan bajo impuestos y deudas.
La «estabilidad» que celebra Kozack es un espejismo: el PBI se contrae, la industria paralizada y el dólar paralelo en picada.
El FMI, con su historial de recetas fallidas en Latinoamérica y, principalmente en nuestro país, ignora el grito de las urnas –un «freno al Gobierno de Milei», como festejó Axel Kicillof– y prioriza a acreedores sobre el hambre en los barrios.
Esta complicidad valida un plan que enriquece a elites mientras devora a las mayorías.
Cristina Fernández, desde su balcón, advirtió: «Salí de tu burbuja, hermano».
El FMI y Milei parecen sordos. O se hacen. ¿Cuánto más aguantará el pueblo esta sumisión a Washington? Las calles responderán.






